jueves, 3 de julio de 2025

LA REPUGNANCIA

Ejemplo personal de cómo reflejar el asco en literatura.

Me gusta ir andando al trabajo, básicamente porque el trayecto solo me lleva cinco minutos, y me encanta hacerlo cuando el pueblo huele a primavera. Los setecientos metros que recorro bajo el sol rural de la mañana me llenan de energía y satisfacción. Cruzo el barranco por el puente que hay enfrente de mi casa y el espectáculo matutino nunca anuncia la repulsión que aniquilará mi fugaz ventura. De pronto, ahí están, las orugas del pino atraviesan la acera por la que transito, parece que no se mueven, pero siguen una ruta muy bien trazada, unas detrás de otras, pegadas, como si temieran desviarse de su senda, y son asquerosas. 

Me cuesta mirarlas, pese a que no puedo dejar de hacerlo. Cada vez provocan en mí un respingo, y su peludo cuerpo me atrae hasta casi la náusea y el escalofrío, no entiendo el porqué. Luego, la repugnancia me hace temerlas y levanto los ojos hacia los pinos que bordean el puente, ya que entonces he de cerciorarme de que los bolsones blancos de los árboles no van a soltarse y desparramarse sobre mí, algo que me quitaría el sueño durante semanas, y la sospecha de que pueda suceder me atormenta. Pero con los quehaceres me olvido de la procesionaria, más tarde regresaré a la inexplicable desazón, al espanto de pensarla deslizándose por mi piel. 

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