martes, 3 de junio de 2025

LA LUZ ES COMO EL AGUA

¿De qué manera seduce el relato La luz es como el agua, de Gabriel García Márquez? 

La idea que Gabo plantea en su texto es fantástica y verdaderamente original, cuando hace que se establezca un paralelismo entre el chorro de agua y el de luz. En el momento en que los padres de familia salen de casa, los muchachos activan lo que para el común de los mortales es un acontecimiento inverosímil, pero que el realismo mágico convierte en un planazo, en la máxima satisfacción que un niño romántico y amante del mar puede alcanzar.

La primera incursión en las aguas marinas despierta una singular inquietud en el lector, a quien se le plantean dudas, porque en ese instante algo nuevo se avecina, aunque no cuenta con ninguna posibilidad de interpretación. Y, entonces, el que lee se da cuenta de que la luz invade la sala de Totó y Joel mientras sus progenitores se hallan a oscuras en otra sala, la del cinematógrafo. Así que puede interrogarse sobre el significado de la imagen, el contraste que componen relato y mente al acercarse, ambos, a un placer infantil sin precedentes y al gozo adulto semanal. Aunque uno se cuestiona por qué el regocijo se encuentra en ausencia de los mayores, tal vez porque estos no pueden comprender el funcionamiento de la imaginación de los chicos. 

No obstante, la mayor conmoción llega cuando el narrador sufre una metamorfosis y muda de tal forma que afirma “esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos”. Luego, ¿quién inculcó en los chiquillos la avidez de correrías pseudopiratas? ¿Quién es ese nuevo narrador que refería la historia desde fuera y que en esta ocasión se mete de lleno en ella? Una pregunta cautivadora que estimula a los curiosos, pero que no brinda respuestas, crea vínculos.


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