En el Curso de Escritura Creativa se nos pedía que recuperáramos la imagen más antigua de la infancia; podía ser una persona, un objeto, una situación..., y que escribiéramos un texto de unas trescientas palabras sobre ella. Este es el resultado:
El ambiente era hostil, aunque no podía adivinar qué había sucedido. Reinaba el silencio y se respiraba una mezcla de tristeza, compasión y humildad. Hoy ese lugar me parece diminuto, pero entonces era un vasto espacio que me engulló al entrar. Olía a rancio, a una fragancia desconocida que me oprimió el corazón y arrinconó mis juegos infantiles para mostrarme la cara oculta del ocaso. Y la busqué, busqué a mi madre, la providencia y mi amparo, quien podía poner un poco de luz en ese abismo que me había hechizado, y allí estaba, presta a socorrerme, a acoger mis miedos. Y fui a cobijarme en sus brazos.
En medio de la estancia había una caja negra, tétrica, desconocida y misteriosa, alrededor de la cual se habían sentado mujeres compungidas y macilentas, mi padre y alguno de mis tíos. Vestían ropas oscuras y ofrecían un aspecto atribulado, sin embargo, mi presencia hizo que una sonrisa se dibujara en sus rostros. Entonces averigüé quién y cómo había pintado ese lienzo, y supe que no volvería a ver a mi abuela Teresa, que el cielo la había acogido entre algodones mullidos dispuestos tiernamente por un ser caprichoso llamado Dios, y que a ese sitio se accedía por una estrecha puerta blanca custodiada por ángeles buenos que solo procuraban paz y amor.
Las imágenes se sucedieron prestas en mi mente, sombras de días previos de ausencias que me devolvían a la abuela Teresa un poco ajada y me privaban de la compañía de mi madre, el capitán del navío que conducía a la yaya al puerto definitivo. En ese tiempo vi a la muerte por primera vez, deambulaba por las estancias de nuestra casa y nos prevenía, para que la partida no nos sorprendiera adormecidos y para curtir mi piel y la de los míos.
Teresa fue la madre de mi padre y nos quisimos mucho en poco tiempo, su afecto y su ternura fueron sencillos para mis primeros seis años.

