Aunque se trata de literatura de una calidad muy baja, los culebrones son una fuente inagotable de trucos para cualquier escritor. Baratos quizá, pero no por ello menos interesantes de analizar. Por eso vale la pena detenerse a conocer sus ingredientes principales:
- Tienen una estructura relativamente rígida.
- En ellos hay acción, acción y más acción.
- Abunda el diálogo.
Para que haya un conflicto tiene que haber uno o varios antagonistas. Son los que llamamos "malos", que entorpecen el camino de nuestro héroe. Entre protagonista y antagonistas surge un problema o un impedimento. Este sería el comienzo del nudo.
Planteado el conflicto, es necesario que esté lleno de vicisitudes que impidan que el bueno logre sus fines. A veces pasa por situaciones terribles que hacen que el lector sufra con las tribulaciones del protagonista -una injusticia, por ejemplo, un amor contrariado, un robo de algo o alguien muy querido...-. También funciona estupendamente que, desde el principio, parezca que dicha situación adversa está a puntito de solucionarse favorablemente, pero en el último segundo la historia vuelve a complicarse más si cabe.
Cuando ya vamos por las dos terceras partes de la historia, todo tiene que estar negro como boca de lobo para nuestro héroe o heroína. De pronto parece que la cosa se arregla, pero no, se complica un poco más hasta que, finalmente, el autor resuelve la situación o el enigma con gran traca y, a ser posible, con la mayor verosimilitud.
Siguiendo esta pauta, he intentado crear un pequeño culebrón y aquí va la sinopsis:
Habían planeado fugarse y el padre de ella lo descubrió: Anabel, la criatura más delicada, estaba enamorada de Ernesto, el marido de Julia Santamaría. El señor Martínez se entrevistó con el muchacho y le sugirió que, si no quería verse en una situación comprometida, no siguiera con los planes y le dijera a Anabel que todo había sido un error. Después de hablar con ella, Ernesto apareció muerto y siempre se sospechó de la joven, aunque nada pudo demostrarse.
La vida castigó a Anabel con la soledad y el descrédito, ya que todos la consideraban una criminal. A tres décadas del trágico suceso, su prima Miriam fue a pasar unos días con ella y Anabel se sintió complacida. Hasta ese momento solo había recibido esporádicas visitas del doctor Benítez, antiguo novio de Miriam que había roto la relación para que los terribles acontecimientos no salpicaran su prestigio.
La sirvienta de Anabel notó cambios en la actitud de su señora, quien sorprendía con reacciones iracundas o alucinaciones. La chica corrió a contárselo a un periodista que había mostrado compasión por Anabel. Luego la criada falleció y, según el periodista, algo no iba bien. Y estaba en lo cierto, puesto que Miriam y el doctor le administraban a Anabel un medicamento que iba anulando su voluntad y la enviaría a un sanatorio, así ellos se repartirían la herencia, de la que Miriam era albacea.
En un momento de lucidez, Anabel salió a la terraza y oyó cómo los cómplices se divertían con la seguridad de alcanzar el codiciado premio. A medida que escuchaba toda clase de ataques y burlas a su persona, enfurecía, hasta que empujó la jardinera de la baranda y ambos cayeron fulminados.
El mismo día murió Julia Santamaría y el periodista se acercó a la vivienda de los Martínez para entregarle una carta a Anabel. El documento contenía la declaración de culpabilidad de la viuda, que confesaba haber asesinado a su marido y haber pagado una cantidad mensual a Miriam durante años, pues había presenciado el asesinato y podía delatarla. Miriam nunca lamentó la deshonra de su prima.
