Más abajo tenéis una carta que corresponde a un fragmento de La vida del Lazarillo de Tormes, novela picaresca escrita en el siglo XVI. Como veréis, el castellano de entonces no es igual que el de ahora y, por supuesto, la ciudad de Salamanca, en la que nació el protagonista de la historia, tampoco.
Una actividad con la que podéis aprender y disfrutar consiste en la redacción de la carta de Lázaro, en castellano actual y dirigida a un personaje importante, real o ficticio. A imitación de la original, citaréis lugares, monumentos,... de Salamanca; algunos más de los que nombra Lázaro porque para eso tenéis acceso a un sinfín de datos de los que no disponía él. El objetivo fundamental del trabajo es conocer un poco de esta magnífica ciudad castellana del siglo XXI, tan relevante por su papel en el campo de las letras.
La carta:
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así, le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.
Una actividad con la que podéis aprender y disfrutar consiste en la redacción de la carta de Lázaro, en castellano actual y dirigida a un personaje importante, real o ficticio. A imitación de la original, citaréis lugares, monumentos,... de Salamanca; algunos más de los que nombra Lázaro porque para eso tenéis acceso a un sinfín de datos de los que no disponía él. El objetivo fundamental del trabajo es conocer un poco de esta magnífica ciudad castellana del siglo XXI, tan relevante por su papel en el campo de las letras.
La carta:
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo. Y así, le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.
Como
estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no
era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos
hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio
su bendición y dijo:
-
Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno, y Dios te
guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.
Y
así, me fui para mi amo, que esperándome estaba.
Salimos
de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada della un
animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme
que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo:
-
Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro dél.
Yo,
simplemente, llegué, creyendo ser ansí. Y como sintió que tenía
la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran
calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el
dolor de la cornada, y díjome:
-
Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que
el diablo.
Y
rió mucho la burla. Parescióme que en aquel instante desperté de
la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mí:
“Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo
soy, y pensar cómo me sepa valer”.
Comenzamos
nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza; y como me
viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía: “Yo oro ni plata
te lo puedo dar; mas avisos para vivir muchos te mostraré”. Y fue
ansí, que, después de Dios, éste me dio la vida y, siendo ciego,
me alumbró y adestró en la carrera de vivir.
Huelgo
de contar a Vuestra Merced estas niñerías, para mostrar cuánta
virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar
siendo altos cuánto vicio. (...)
Anónimo, La vida del Lazarillo de Tormes
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